Imagen: El Confidencial / Manolo Cortés |
Miles de españoles pasaron por la cárcel, sin juicio previo, por la Ley de Peligrosidad, aprobada por Franco en 1970 y eliminada por Suárez "para dar credibilidad a España".
Isabel Morillo | El Confidencial, 2018-02-04
https://www.elconfidencial.com/espana/andalucia/2018-02-04/delincuentes-enfermos-pecadores-40-anos-del-fin-de-la-homosexualidad-como-delito_1516138/
Es noticia que un hotel de Torremolinos (Málaga) ha firmado esta semana el primer convenio de España que se compromete a contratar transexuales. 'Los Javis’, Javier Calvo y Javier Ambrossi, hacen historia con sus discursos a favor de gais, lesbianas, bisexuales, transexuales, aporreando las mentes más cerradas y haciendo furor entre los más jóvenes en España. Esto es hoy actualidad, pero homosexuales y transexuales han sido durante años delincuentes para la ley, enfermos para la psiquiatría y pecadores para la Iglesia. "Invertidos", "desviados", "pervertidos"... No hace tanto.
Este año se cumplen cuarenta desde que el gobierno de Adolfo Suárez eliminó la homosexualidad y la transexualidad como delitos. En el papel, en las leyes, se ha avanzado mucho, hasta que en 2005 el Código Civil permitió el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero quienes vivieron aquella represión de la dictadura creen que queda camino. Piden estar alerta, no dar un paso atrás y advierten de que la homofobia no solo impregnó la Transición, incluidos los partidos de la izquierda, sino que es algo que "está en el ADN de los españoles". Ahí está la polémica de María Elósegui, la jueza homófoba propuesta por España para el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Poco se puede rebatir.
Para que caiga el mito basta leer al entonces líder del PSP, Tierno Galván, en una entrevista publicada en la revista 'Interviú' en enero de 1977. "Se trata de personas que han desviado los instintos bien por razón biológica, por razón, social o, en muchos casos, porque no han tenido un tratamiento psiquiátrico a tiempo [...]. No, no creo que se les deba castigar. Pero no soy partidario de conceder libertad ni de hacer propaganda del homosexualismo. Creo que hay que poner límites...". Lo que sigue, no lo arregla. Incluso en la Transición, en los primeros años del felipismo, en la época dorada del destape y las libertades en España, la homosexualidad seguía siendo algo malo, degradante, digno de castigo.
Francia despenalizó la homosexualidad en 1982 con Mitterrand, Reino Unido en 1967 y no en todo el país, no en Escocia. En España la primera vez que se deroga una ley que penaba la sodomía fue con Fernando VII, aunque pueda parecer increíble. Primo de Rivera se encargó de introducirla otra vez como delito en el Código Penal en 1928, lo derogaría la Segunda República y en 1954 se contemplaría otra vez al homosexual como delincuente en la Ley de Vagos y Maleantes. Pero habría otra norma aún más dura, aprobada en agosto de 1970, la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. "La represión franquista no quería redimir ni reeducar a los detenidos, quería quebrarlos. Esa segunda ley convirtió los homosexuales en delincuentes de un plumazo", explica Juan Ramón Barbancho, doctor en Historia del Arte y ensayista.
La historia de Candela
El acta de detención de Candela García, en 1963 en Sevilla y en 1967 en Barcelona, que la condujo a la cárcel Modelo, señaló que había sido detenida "por escándalo público haciendo ademanes de homosexual". No decía que era homosexual y eso le impidió acogerse a las simbólicas y modestas indemnizaciones que aprobó el Gobierno de Zapatero para resarcir a los represaliados del franquismo. Candela, que vive en Sevilla, no tiene ganas de volver a contar su historia. "Otra vez, estoy ya cansada... otra vez remover lo mismo", dice amable al otro lado del teléfono.
Su caso es uno de los que componen el libro 'Ser tú misma era un delito', de Barbancho y Alfonso Baya. Sofía, la Jardines, Estrellita de Triana, la Tornillo, la Pansesa, la Tiffani, Marlene, Cristina, Luis, la Pola, la Balle, el Beni, la Tecnicolor, la Cuatro Vientos, la Chester... Esta investigación cuenta la vida, los sufrimientos, las vejaciones de las transexuales durante años en España pero no quiere ser una recopilación de miserias, sino de triunfos. O como lo expresa mejor Soraya pensando en quienes la quisieron destruir: "Os vais a tomar por culo todos, que al final quien ha triunfado he sido yo, porque soy lo que quería ser".
Barbancho participa en un interesante ciclo de conferencias, entre otras muchas actividades, organizado por la organización Adriano Antinoo, con motivo de los 40 años de la despenalización. Habla de la homosexualidad en su contexto histórico en España y dice verdades como puños que son atemporales. "Un maricón pobre es un maricón y un maricón rico es un rico", señala sin cortarse un pelo. "Mucha gente no quiere recordar. No quiere saber nada. No quiere remover recuerdos muy dolorosos", añade.
151 expedientes del 75 al 78
Para los represaliados en la dictadura franquista por su condición sexual nunca hubo reducciones de pena por buen comportamiento ni por trabajos en la cárcel. No tuvieron el trato de los presos comunes porque ellos no iban a ser reinsertados sino doblegados. Eran presos sociales, enfermos y no tenían beneficios. La Transición no fue tan idílica. Desde 1975 a 1978 en el archivo del Ministerio de Justicia en Madrid constan 151 expedientes de homosexuales detenidos y represaliados.
Por aquellos tiempos se seguían aplicando las terapias de sanación para "una enfermedad contagiosa". Doctores ilustres como Vallejo-Nágera lucharon "contra el gen mariquita" con terapias que incluían 'electroshock' o la esterilización, al más puro estilo de los psiquiatras del nazismo. López Ibor apostaba por una intervención quirúrgica que quemaba el lóbulo inferior derecho del cerebro. Aquí sus notas sobre un paciente tras intervenirlo: "Presenta trastornos en la memoria y en la vista, pero se siente ligeramente atraído por las mujeres". La Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad de su catálogo de enfermedades el 17 de mayo de 1990.
La Junta Nacional de la Cruzada de la Decencia, entre cuyos fundadores estaba Manuel Fraga, fue una de las instituciones creadas en 1958 para detectar la homosexualidad. Durante años este tipo de instituciones recababan información para que la Guardia Civil, la Policía o la Iglesia redactara informes que llevaran a detener a estos "desviados". No había juicios. Eran detenidos, pagaban una multa, eran fichados y entraban en la cárcel. "Podían ser internados sin previa explicación en cualquier cárcel; primero casi habitualmente en una celda de castigo y luego en algún módulo habitado especialmente para invertidos, cuidando de separarlos de los demás presos, lo que constituía según los represaliados una cárcel dentro de la cárcel", sostiene la investigación de Barbancho y Baya.
La cárcel de Huelva
La cárcel de Huelva se convirtió por decreto en 1968 en un centro especializado en acoger homosexuales. Luego vendría la de Badajoz. Y en la Modelo de Barcelona o Carabanchel también había módulos para invertidos. Entre 1974 y 1975 hubo 3.600 expedientes abiertos por homosexualidad y 1.000 condenados.
Mientras, a escondidas, de forma incipiente, surgían los primeros movimientos contra la represión y en defensa de los derechos del colectivo LGTBI. En Barcelona fue la primera manifestación en España en junio de 1977. Hubo grupos activistas en Valencia, muchos con germen cristiano, los curas rojos de la época ayudaron. La documentación cuenta que hubo que convencer a Adolfo Suárez de que había que hacer a España creíble como país democrático. "Se vaciaron las asociaciones y se llenaron las pistas de baile", dice Jordi Petit en 'Hubo un pasado'.
El delito de escándalo público se mantuvo hasta finales de los 80. El 20 de septiembre de 1977 Felipe González propuso derogar la Ley de Peligrosidad pero no mencionó la despenalización de la homosexualidad. El PCE lo planteó, no sin un debate previo muy tenso, y el PSOE se decidió a recogerlo. Su modificación se aprobó el 26 de diciembre de 1978 y entró en vigor en el BOE de 1979.
Manolo Cortés: "No voy de profeta"
Manolo Cortés, sevillano, con 72 años que no aparenta ni por asomo, vivió todo lo que aquí se cuenta. Nos abre su casa. "No soy un activista de primera fila, no me gusta la relevancia. Yo soy del ejemplo del día a día, no voy de profeta. Eso sí, desde mi adolescencia yo soy un 'maricón' permanente porque hacía falta llevarlo en la frente y con la frente bien alta y solo así podías convencer. He hecho cambiar de opinión a mucha gente. He ayudado a tomar conciencia y me lo he pasado estupendamente siempre", suelta a modo de preámbulo.
En un rincón principal de su salón, junto a decenas de libros, muchos de fotografía, con Ruven Afanador como estrella porque trabajaron juntos, está Oscar Wilde, "un proscrito". "Conmigo ni a hostias consiguieron el cambio", presume. En 1972, con unos 30 años, fue detenido.
"Yo salí del armario joven, cuando me cansé de ponerle velas y rezarle novenas al Gran Poder y a María Auxiliadora, porque fui alumno de los Salesianos. Cuando comprendí que lo que sentía y lo que era no lo podía cambiar. En una reunión familiar, no tuve miedo y lo dije. Mi abuela me respondió que qué quería de merendar y mi tía Carmela, a los pocos días, me regaló un libro de Oscar Wilde que me ha acompañado siempre. Comprendí que Franco no me iba a cambiar lo que era ni me iba a quitar mi vida".
Se marchó a Suiza. Allí había respeto. Se respiraba de otra manera. Recuerda a la comunidad homosexual española disfrazados de Estrellita Castro y Marifé de Triana en los carnavales de Zúrich. Pasó ocho años en Suiza y descubrió Barcelona, donde empezó a formarse profesionalmente en las artes escénicas y a conocer a gente muy diversa. "De forma velada, escondidos, la homosexualidad, la transexualidad siempre estuvo ahí, con Franco y sin él", cuenta.
Un accidente que acabó con un brazo roto le hizo volver a su ciudad. Y ahí comienzan sus recuerdos más duros. Acababa de volver de ambientes más abiertos, no estaba tan acostumbrado a esconderse. Frecuentaba la discoteca Zíngara en Rochelambert, Turín en el barrio de Los Remedios. Cuando cerraban se iban a las ventas de las afueras, donde había espectáculos de transformismo. Todo muy ligado a las folclóricas del momento. "Las transexuales se llevaban la peor parte porque cuando entraba la Policía en la discoteca los gais y las lesbianas nos poníamos a bailar entre nosotros pero las 'trans' no podían esconderse y se llevaban todos los palos. Siempre con la Policía al lado, en los arrabales, en las zonas oscuras, allí estaban los lugares donde íbamos. Estábamos vigilados".
"Sabíamos cómo movernos, como hablarnos, teníamos nuestros códigos. Al primer novio que tuve, si se le puede llamar novio, lo conocí en un espectáculo de Lina Morgan en el teatro Álvarez Quintero. Hubo una redada y lo detuvieron a él y a otros amigos. Ese día había salido por otro lado. Los trasladaron a la cárcel de Huelva. Yo ya estaba fuera del armario pero la mayoría de las familias de mis amigos no lo sabían". Cuando visitaba a estas familias en sus casas lo ficharon. Un día que caminaba por la calle con un amigo se dio cuenta de que lo estaban siguiendo en un Seat 1.400, le dieron el alto.
Dos días en comisaría, una "eternidad"
Era la policía secreta, lo cachearon, lo subieron al coche y lo llevaron a la comisaria de La Gavidia de Sevilla. Allí paso menos de dos días que siguen vivos en su memoria como "una eternidad". No lo dejaron respirar. "La policía quería a toda cosa, como fuera, que reconociera que era maricón". No lo hizo. Un familiar bien relacionado intercedió y lo dejaron libre. Lo seguirían durante semanas. Uno de los policías que lo había detenido le increpó un día. "Con una sonrisa siniestra, se me acercó mucho y me dijo: ¿Qué, cómo lo llevas? Bastó eso para que me sintiera perseguido. Sentí el miedo".
Después pasaría más de una vez por el patio de esa comisaría de La Gavidia tras redadas en locales de ambiente, pero era distinto. En grupo, el miedo era más llevadero. La Transición no fue tan idílica como cuentan. Manolo Cortés siguió colaborando con grupos de teatro, en Esperpento se codeó con la progresía política de la época, con quienes serían personalidades del comunismo y el socialismo. Acabó regentando una peluquería que durante casi 40 años ha sido la más 'cool' de Sevilla donde, como una vez dijo el periodista Paco Lobatón, "se leía con el mismo interés 'El País' y el 'Hola'". Ha sido el elegido de la aristocracia sevillana y las más modernas de la ciudad.
"El cambio no ha sido tan brutal como dices. Hemos avanzado en leyes y en lo políticamente correcto pero los partidos tardaron mucho en incluir las reivindicaciones del colectivo LGTBI en sus programas electorales y lo hicieron cuando pensaron que era un filón electoral", sostiene. "Yo he hablado con cargos importantes de la izquierda, del PSOE y el PCE, y cuando salía el tema de si te importaría tener un hijo homosexual, todavía hoy lo escucho, decían eso de 'no me importaría pero me daría pena por él, porque no sufra'".
"En el ADN de los españoles"
Su vida en los 80 fue apasionante, las historias no cesan. Manolo Cortés tiene material para escribir un libro de éxito. ¿Y hoy qué, cómo lo ve? "Mira yo he sido muy feliz. He hecho siempre lo que me ha dado la gana. Con mi coste pero lo que he querido. Y aún hoy siento que cuando voy por la calle la gente me mira. Hay, cómo lo diría, reacciones. No digo rechazo, que también, pero hasta en los ambientes más de izquierda sigue habiendo reacciones. Esa doble moral... La homofobia va en el ADN de los españoles".
Este año se cumplen cuarenta desde que el gobierno de Adolfo Suárez eliminó la homosexualidad y la transexualidad como delitos. En el papel, en las leyes, se ha avanzado mucho, hasta que en 2005 el Código Civil permitió el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero quienes vivieron aquella represión de la dictadura creen que queda camino. Piden estar alerta, no dar un paso atrás y advierten de que la homofobia no solo impregnó la Transición, incluidos los partidos de la izquierda, sino que es algo que "está en el ADN de los españoles". Ahí está la polémica de María Elósegui, la jueza homófoba propuesta por España para el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Poco se puede rebatir.
Para que caiga el mito basta leer al entonces líder del PSP, Tierno Galván, en una entrevista publicada en la revista 'Interviú' en enero de 1977. "Se trata de personas que han desviado los instintos bien por razón biológica, por razón, social o, en muchos casos, porque no han tenido un tratamiento psiquiátrico a tiempo [...]. No, no creo que se les deba castigar. Pero no soy partidario de conceder libertad ni de hacer propaganda del homosexualismo. Creo que hay que poner límites...". Lo que sigue, no lo arregla. Incluso en la Transición, en los primeros años del felipismo, en la época dorada del destape y las libertades en España, la homosexualidad seguía siendo algo malo, degradante, digno de castigo.
Francia despenalizó la homosexualidad en 1982 con Mitterrand, Reino Unido en 1967 y no en todo el país, no en Escocia. En España la primera vez que se deroga una ley que penaba la sodomía fue con Fernando VII, aunque pueda parecer increíble. Primo de Rivera se encargó de introducirla otra vez como delito en el Código Penal en 1928, lo derogaría la Segunda República y en 1954 se contemplaría otra vez al homosexual como delincuente en la Ley de Vagos y Maleantes. Pero habría otra norma aún más dura, aprobada en agosto de 1970, la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. "La represión franquista no quería redimir ni reeducar a los detenidos, quería quebrarlos. Esa segunda ley convirtió los homosexuales en delincuentes de un plumazo", explica Juan Ramón Barbancho, doctor en Historia del Arte y ensayista.
La historia de Candela
El acta de detención de Candela García, en 1963 en Sevilla y en 1967 en Barcelona, que la condujo a la cárcel Modelo, señaló que había sido detenida "por escándalo público haciendo ademanes de homosexual". No decía que era homosexual y eso le impidió acogerse a las simbólicas y modestas indemnizaciones que aprobó el Gobierno de Zapatero para resarcir a los represaliados del franquismo. Candela, que vive en Sevilla, no tiene ganas de volver a contar su historia. "Otra vez, estoy ya cansada... otra vez remover lo mismo", dice amable al otro lado del teléfono.
Su caso es uno de los que componen el libro 'Ser tú misma era un delito', de Barbancho y Alfonso Baya. Sofía, la Jardines, Estrellita de Triana, la Tornillo, la Pansesa, la Tiffani, Marlene, Cristina, Luis, la Pola, la Balle, el Beni, la Tecnicolor, la Cuatro Vientos, la Chester... Esta investigación cuenta la vida, los sufrimientos, las vejaciones de las transexuales durante años en España pero no quiere ser una recopilación de miserias, sino de triunfos. O como lo expresa mejor Soraya pensando en quienes la quisieron destruir: "Os vais a tomar por culo todos, que al final quien ha triunfado he sido yo, porque soy lo que quería ser".
Barbancho participa en un interesante ciclo de conferencias, entre otras muchas actividades, organizado por la organización Adriano Antinoo, con motivo de los 40 años de la despenalización. Habla de la homosexualidad en su contexto histórico en España y dice verdades como puños que son atemporales. "Un maricón pobre es un maricón y un maricón rico es un rico", señala sin cortarse un pelo. "Mucha gente no quiere recordar. No quiere saber nada. No quiere remover recuerdos muy dolorosos", añade.
151 expedientes del 75 al 78
Para los represaliados en la dictadura franquista por su condición sexual nunca hubo reducciones de pena por buen comportamiento ni por trabajos en la cárcel. No tuvieron el trato de los presos comunes porque ellos no iban a ser reinsertados sino doblegados. Eran presos sociales, enfermos y no tenían beneficios. La Transición no fue tan idílica. Desde 1975 a 1978 en el archivo del Ministerio de Justicia en Madrid constan 151 expedientes de homosexuales detenidos y represaliados.
Por aquellos tiempos se seguían aplicando las terapias de sanación para "una enfermedad contagiosa". Doctores ilustres como Vallejo-Nágera lucharon "contra el gen mariquita" con terapias que incluían 'electroshock' o la esterilización, al más puro estilo de los psiquiatras del nazismo. López Ibor apostaba por una intervención quirúrgica que quemaba el lóbulo inferior derecho del cerebro. Aquí sus notas sobre un paciente tras intervenirlo: "Presenta trastornos en la memoria y en la vista, pero se siente ligeramente atraído por las mujeres". La Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad de su catálogo de enfermedades el 17 de mayo de 1990.
La Junta Nacional de la Cruzada de la Decencia, entre cuyos fundadores estaba Manuel Fraga, fue una de las instituciones creadas en 1958 para detectar la homosexualidad. Durante años este tipo de instituciones recababan información para que la Guardia Civil, la Policía o la Iglesia redactara informes que llevaran a detener a estos "desviados". No había juicios. Eran detenidos, pagaban una multa, eran fichados y entraban en la cárcel. "Podían ser internados sin previa explicación en cualquier cárcel; primero casi habitualmente en una celda de castigo y luego en algún módulo habitado especialmente para invertidos, cuidando de separarlos de los demás presos, lo que constituía según los represaliados una cárcel dentro de la cárcel", sostiene la investigación de Barbancho y Baya.
La cárcel de Huelva
La cárcel de Huelva se convirtió por decreto en 1968 en un centro especializado en acoger homosexuales. Luego vendría la de Badajoz. Y en la Modelo de Barcelona o Carabanchel también había módulos para invertidos. Entre 1974 y 1975 hubo 3.600 expedientes abiertos por homosexualidad y 1.000 condenados.
Mientras, a escondidas, de forma incipiente, surgían los primeros movimientos contra la represión y en defensa de los derechos del colectivo LGTBI. En Barcelona fue la primera manifestación en España en junio de 1977. Hubo grupos activistas en Valencia, muchos con germen cristiano, los curas rojos de la época ayudaron. La documentación cuenta que hubo que convencer a Adolfo Suárez de que había que hacer a España creíble como país democrático. "Se vaciaron las asociaciones y se llenaron las pistas de baile", dice Jordi Petit en 'Hubo un pasado'.
El delito de escándalo público se mantuvo hasta finales de los 80. El 20 de septiembre de 1977 Felipe González propuso derogar la Ley de Peligrosidad pero no mencionó la despenalización de la homosexualidad. El PCE lo planteó, no sin un debate previo muy tenso, y el PSOE se decidió a recogerlo. Su modificación se aprobó el 26 de diciembre de 1978 y entró en vigor en el BOE de 1979.
Manolo Cortés: "No voy de profeta"
Manolo Cortés, sevillano, con 72 años que no aparenta ni por asomo, vivió todo lo que aquí se cuenta. Nos abre su casa. "No soy un activista de primera fila, no me gusta la relevancia. Yo soy del ejemplo del día a día, no voy de profeta. Eso sí, desde mi adolescencia yo soy un 'maricón' permanente porque hacía falta llevarlo en la frente y con la frente bien alta y solo así podías convencer. He hecho cambiar de opinión a mucha gente. He ayudado a tomar conciencia y me lo he pasado estupendamente siempre", suelta a modo de preámbulo.
En un rincón principal de su salón, junto a decenas de libros, muchos de fotografía, con Ruven Afanador como estrella porque trabajaron juntos, está Oscar Wilde, "un proscrito". "Conmigo ni a hostias consiguieron el cambio", presume. En 1972, con unos 30 años, fue detenido.
"Yo salí del armario joven, cuando me cansé de ponerle velas y rezarle novenas al Gran Poder y a María Auxiliadora, porque fui alumno de los Salesianos. Cuando comprendí que lo que sentía y lo que era no lo podía cambiar. En una reunión familiar, no tuve miedo y lo dije. Mi abuela me respondió que qué quería de merendar y mi tía Carmela, a los pocos días, me regaló un libro de Oscar Wilde que me ha acompañado siempre. Comprendí que Franco no me iba a cambiar lo que era ni me iba a quitar mi vida".
Se marchó a Suiza. Allí había respeto. Se respiraba de otra manera. Recuerda a la comunidad homosexual española disfrazados de Estrellita Castro y Marifé de Triana en los carnavales de Zúrich. Pasó ocho años en Suiza y descubrió Barcelona, donde empezó a formarse profesionalmente en las artes escénicas y a conocer a gente muy diversa. "De forma velada, escondidos, la homosexualidad, la transexualidad siempre estuvo ahí, con Franco y sin él", cuenta.
Un accidente que acabó con un brazo roto le hizo volver a su ciudad. Y ahí comienzan sus recuerdos más duros. Acababa de volver de ambientes más abiertos, no estaba tan acostumbrado a esconderse. Frecuentaba la discoteca Zíngara en Rochelambert, Turín en el barrio de Los Remedios. Cuando cerraban se iban a las ventas de las afueras, donde había espectáculos de transformismo. Todo muy ligado a las folclóricas del momento. "Las transexuales se llevaban la peor parte porque cuando entraba la Policía en la discoteca los gais y las lesbianas nos poníamos a bailar entre nosotros pero las 'trans' no podían esconderse y se llevaban todos los palos. Siempre con la Policía al lado, en los arrabales, en las zonas oscuras, allí estaban los lugares donde íbamos. Estábamos vigilados".
"Sabíamos cómo movernos, como hablarnos, teníamos nuestros códigos. Al primer novio que tuve, si se le puede llamar novio, lo conocí en un espectáculo de Lina Morgan en el teatro Álvarez Quintero. Hubo una redada y lo detuvieron a él y a otros amigos. Ese día había salido por otro lado. Los trasladaron a la cárcel de Huelva. Yo ya estaba fuera del armario pero la mayoría de las familias de mis amigos no lo sabían". Cuando visitaba a estas familias en sus casas lo ficharon. Un día que caminaba por la calle con un amigo se dio cuenta de que lo estaban siguiendo en un Seat 1.400, le dieron el alto.
Dos días en comisaría, una "eternidad"
Era la policía secreta, lo cachearon, lo subieron al coche y lo llevaron a la comisaria de La Gavidia de Sevilla. Allí paso menos de dos días que siguen vivos en su memoria como "una eternidad". No lo dejaron respirar. "La policía quería a toda cosa, como fuera, que reconociera que era maricón". No lo hizo. Un familiar bien relacionado intercedió y lo dejaron libre. Lo seguirían durante semanas. Uno de los policías que lo había detenido le increpó un día. "Con una sonrisa siniestra, se me acercó mucho y me dijo: ¿Qué, cómo lo llevas? Bastó eso para que me sintiera perseguido. Sentí el miedo".
Después pasaría más de una vez por el patio de esa comisaría de La Gavidia tras redadas en locales de ambiente, pero era distinto. En grupo, el miedo era más llevadero. La Transición no fue tan idílica como cuentan. Manolo Cortés siguió colaborando con grupos de teatro, en Esperpento se codeó con la progresía política de la época, con quienes serían personalidades del comunismo y el socialismo. Acabó regentando una peluquería que durante casi 40 años ha sido la más 'cool' de Sevilla donde, como una vez dijo el periodista Paco Lobatón, "se leía con el mismo interés 'El País' y el 'Hola'". Ha sido el elegido de la aristocracia sevillana y las más modernas de la ciudad.
"El cambio no ha sido tan brutal como dices. Hemos avanzado en leyes y en lo políticamente correcto pero los partidos tardaron mucho en incluir las reivindicaciones del colectivo LGTBI en sus programas electorales y lo hicieron cuando pensaron que era un filón electoral", sostiene. "Yo he hablado con cargos importantes de la izquierda, del PSOE y el PCE, y cuando salía el tema de si te importaría tener un hijo homosexual, todavía hoy lo escucho, decían eso de 'no me importaría pero me daría pena por él, porque no sufra'".
"En el ADN de los españoles"
Su vida en los 80 fue apasionante, las historias no cesan. Manolo Cortés tiene material para escribir un libro de éxito. ¿Y hoy qué, cómo lo ve? "Mira yo he sido muy feliz. He hecho siempre lo que me ha dado la gana. Con mi coste pero lo que he querido. Y aún hoy siento que cuando voy por la calle la gente me mira. Hay, cómo lo diría, reacciones. No digo rechazo, que también, pero hasta en los ambientes más de izquierda sigue habiendo reacciones. Esa doble moral... La homofobia va en el ADN de los españoles".
También alerta de que hay que tener cuidado con la frivolización. "Hay una cadena de televisión que nos está haciendo mucho daño. Ese exhibicionismo gratuito, zafio e innecesario nos hace daño”, asegura. Habla de Telecinco. "Después hay gente que sale del armario y hace mucho bien", enumera a jueces, políticos...
Recuerda una anécdota en Sevilla, cuando el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín era alcalde. Su concejal, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, hoy miembro de la ejecutiva federal de Pedro Sánchez, lo llamó con un proyecto para convertir la capital andaluza en un reclamo para el turismo gay. Nunca lo vio claro. "Hubo una primera exposición en el palacio de congresos, todo rosa, y mira por dónde se lo dije claro: 'Mira, lo que no puede ser es que las conferencias estén en el sótano y los stand de calzoncillos de Calvin Klein para marcar paquete en la primera planta. Hace falta un discurso un poco más profundo, de verdad". Y en eso sigue. Dando ejemplo. Lamentando las divisiones entre las asociaciones de LGTBI. Sin dárselas de nada pero sin perder la memoria. Porque el general franquista Queipo de Llano, al que todavía rinde honores la hermandad de la Macarena, lo dijo alto y claro: "Cualquier afeminado o desviado que insulte el Movimiento será muerto como un perro".
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