Imagen: El Páis / Amarna Miller |
La actriz participó en unas jornadas de Igualdad y Prevención de la Violencia de Género.
Anxo F. Couceiro | Tentaciones, El País, 2017-11-17
https://elpais.com/elpais/2017/11/17/tentaciones/1510913581_896808.html
Este jueves, la socialista Beatriz Talegón publicó en Twitter el siguiente texto sobre el caso de La Manada. “Si nos violan es porque lo íbamos buscado, porque nos va la marcha. Porque estos se matan a porno de mierda y terminan creyéndose que las mujeres somos eso (…)”. Luego concluyó citando a la actriz porno, activista y youtuber Amarna Miller: “Plantéatelo”, le dijo. “Esa mierda en su cabeza tiene mucho que ver con lo que vendes”. La aludida contestó de la siguiente manera: "Hoy doy una charla explicando porqué el porno no puede usarse como educador sexual. A lo mejor hacen falta más de estas ¿No @Beatriz Talegon?".
La charla a la que se refiere la dio en mi pueblo. Tras la ciberbronca, Miller popularizó el hashtag #LaCulpaDeTodoLaTieneAmarnaMiller, satirizando el cuestionable gusto con el que la habían responsabilizado a ella, y a su mensaje, de una violación múltiple. Dejemos ahora que salte el tocadiscos con un climático 'scratcheo' y hagamos flashback a unos días atrás.
Cuando me enteré de que el Concello de Ames, población gallega de 30.000 habitantes que vio explotar mi adolescencia, iba a acoger una charla de Amarna Miller sobre porno ético y feminismo en el marco de unas jornadas de Igualdad y Prevención de la Violencia de Género, entrecerré los ojos con ademán inquisitivo. No por el contenido de la conferencia, sino porque mis recuerdos de infancia en Ames, aquellos años de supervivencia en el Instituto de Bertamiráns, a donde llegué con once años peinado como un tímido Calimero y procedente de Ferrol, se correspondían en mi memoria con la actitud de Dustin Hoffman en 'Perros de paja'. Yo era el niño sensible de ciudad en medio de una jungla de depredadores asilvestrados, que me recibían golpeando territorialmente su pechera como gorilas de lomo plateado.
El anuncio de la charla provocó la reacción airada de un partido de la corporación municipal nacido de una escisión del PP. En un comunicado emitido días antes del evento, Pacto x Ames decía que el cine porno representaba “el patriarcado capitalista más rancio” y que Miller, “desde su posición de privilegios y su trayectoria, no ha buscado más que dividir al movimiento feminista, siendo una persona con opiniones políticas pseudotransgresoras y con continuas apariciones públicas en las que expresa su manera de ver y sentir un feminismo muy alejado de la realidad diaria de la mayoría de las personas”. Más allá del asombro que produce escuchar hablar de “patriarcado capitalista” a un partido fundado por tránsfugas del PP (cuyo programa electoral de 2015 dedicaba dos párrafos a la Igualdad), la reacción aguijoneó mi curiosidad. ¿Qué es Ames hoy? ¿Un núcleo poblacional dormitorio de Santiago, una mezcolanza rururbana de tradición y modernidad?
Voy a los bares, voy a los paisanos del café con gotas, a las señoras que manosean medias y mandilones en el mercadillo de los sábados. Les pregunto qué opinan de que el Ayuntamiento trate estos temas. La mayoría responde con indiferencia y un miedo cerval a mi grabadora. Otros se indignan, pero no tanto por el contenido de la conferencia (tratada varias veces de “porcallada”) como por ver desatendidos sus asuntos vecinales. “Hay dinero para eso y no para [rellene aquí su desaguisado favorito]” El escrutinio me cuesta varios slides de fotos sobre baches y socavones en los móviles de algunos parroquianos, que quieren ver el dinero de sus impuestos ahí y no en otro sitio. La sensación es que si en vez de preguntarles por Amarna Miller les hubiese preguntado por las licencias de taxi me habrían hablado igual de sus socavones. Solo una señora me dice, feliz, “cada un que faga o que lle pete”.
El jueves voy a las jornadas, que se producen en la casa de la cultura de Milladoiro. La concejala responsable del área que las convoca, Luisa Feijóo, atribuye la polémica a la desinformación. “Si sigues la trayectoria de Amarna ves que, vale, es actriz porno, no lo vamos a negar, pero su discurso se basa en cuestionar algunos de los valores de este cine. Nos interesa escuchar una voz desde dentro que cuestione sus estereotipos”. Mayte Arufe, directora del Centro de Información a la Mujer de Ames, atribuye la controversia a “un tema político”.
En el descanso de media mañana, pillo a Amarna por un pasillo y le hago unas preguntas. Me atiende amable, empujando un entusiasmo que se sobrepone al catarro que desliza su voz, con la locuacidad cafeínica de quien parece dibujar en el aire, gestual, cada una de las palabras que pronuncia (aunque más tarde, de refilón, creo verla beber un té).
¿Cuánto tiempo llevas dando estas charlas? ¿Suelen ser en pueblos como éste?
Llevaré tres o cuatro años, no lo tengo muy claro. Voy más a ciudades grandes, pero también las he dado en espacios pequeñitos.
¿Notas la diferencia?
Sí, y me gusta, porque hay otros paradigmas que se rompen. Cuando los ambientes son más recogidos, con menos personas, siento que en el turno de preguntas, que es la parte más interesante, todo se hace más desinhibido. Se crea un diálogo muy enriquecedor.
En los sitios más locales, ¿notas que se cuestionen más prejuicios?
Sí, pero por los dos lados. Cuando las personas adquieren por primera vez un punto de vista sobre el cual no habían reflexionado, es más probable que cale. La gente en Madrid me ha escuchado hablar trescientas mil veces. En sitios como aquí me conocen menos, lo que sirve como un percutor para que el discurso cale más hondo.
(Es curiosa, su sintaxis. Elige siempre estructuras alambicadas, formalismos más propios de la página que de la lengua, como el pronombre relativo “cual” en vez de “que”.) Respecto a la polémica que la acompaña allá por dónde va, le pregunto si le suelen llover más palos de la España facha o del feminismo abolicionista y contrario a la pornografía.
"Me dan por los dos lados, la verdad —sonríe, resignada—. Ahora mismo encarno una rama, la corriente pro-sex, que sigue siendo muy menospreciada por otros sectores del feminismo. Siento que a veces la premisa de la tolerancia y la sororidad no se corresponde con la realidad que a mí me toca vivir. Creo que estoy intentando abrirme camino por un terreno complicado, pero para mí es importante que la gente entienda que los trabajadores y las trabajadoras sexuales somos empleados y necesitamos derechos".
Queda poco para que se reanuden las jornadas. La despido viéndola brincar hacia los últimos canapés del pasillo (creo que ha fijado su atención en una palmera). Su conferencia sigue la misma línea de nuestra conversación: una crítica didáctica de la precariedad en el porno que trata, al mismo tiempo, de normalizar el espíritu de un trabajo estigmatizado por prejuicios que vienen de todos los flancos, tanto izquierda como derecha. Su intervención es una apología entusiasta del porno ético que se remite a Tristan Taormino como referente intelectual y que reivindica la necesidad de una educación sexual inclusiva que no delegue en la pornografía la responsabilidad de enseñar el sexo a los adolescentes. “Estamos hablando de ficción. Es como si alguien se pone ‘The Fast and The Furious’ para aprender a conducir”, dice.
No sé si Miller es la charlatana que predican algunos o la clarividente que defienden otros, pero me simpatiza. Creo que ella surte la misma fascinación de un futbolista que lee. Las estrellas del porno, por lo general, nos han acostumbrado a un perfil embrutecido, a lo Nacho Vidal o Cicciolina, mientras que Miller vendría a ser la Jorge Valdano de esta regla de tres. Me cae bien, no sé. Es inteligente y una representante genuina de su generación. Sus detractores, la mayoría de ellos morlocks online, la tachan de pesada, de cansina, cuando ellos lo son mil veces más con su troleo pringoso.
El turno de preguntas lo abre Marta Capeáns, presidenta del Colegio de Trabajadores Sociales de Galicia, para felicitarla por “haber decepcionado a muchos que no se esperaban un discurso tan técnico” y por haber convocado a tanta prensa para un evento como éste. "Hay por lo menos cuatro fotógrafos. O cinco. ¿Tú sabes lo que es eso? Es muchísimo. He sacado una foto del momento en que empezabas a hablar y te he etiquetado en Twitter".
Chequeo la cuenta de esta presidenta Capeáns y veo que no mentía. Escribe (traduzco del gallego): “Señores periodistos y los que no lo son pero están. Qué gusto da veros en un acto del 25N sobre Mujer y Violencia de Género. (…) #PuedenMásDosTetas #Heteropatriarcado”
Luego un señor toma la palabra para cuestionar si tanta noticia sobre acoso sexual en Hollywood (mientras dice esto, no recuerdo ninguna referencia de Miller al tema durante su exposición) no puede devenir en cazas de brujas. Esta invocación algo extemporánea de Woody Allen es recibida con resoplidos y murmuros notallmenescos por la platea. Al final, una chica de 16 años agradece en su turno el trabajo como activista de la actriz, que encuentra inspirador para las chicas de su edad (aquí alude al ambiente opresivo de su instituto, lo que me permite exclamar un interior “ajá” de satisfacción).
Me voy de allí un poco cabizbajo, con las manos embolsilladas y ciertas ganas de encontrar alguna piedra en el camino que se deje despejar con una patadita infantil. No me quito de la cabeza el tono sardónico de Marta Capeáns, admirada ante la masificación de periodistas que revoloteaban (revoloteábamos) sobre Miller, casi como moscardones patriarcales en busca del click viral. ¿Habría ido a cubrir el evento de no ser por Amarna? “Asistí a unas jornadas sobre violencia de género en mi pueblo y esto fue lo que pasó”. ¿Habrías clicado tú? Fui allí buscando ajustar cuentas con mi pasado y acabé haciéndolo con mi presente; queriendo diseccionar los prejuicios que manchaban mi infancia para terminar cuestionándome los que cercan mi profesión. Porque Amarna Miller —caiga bien, caiga mal— no tiene la culpa, pero la tecla nunca es inocente.
La charla a la que se refiere la dio en mi pueblo. Tras la ciberbronca, Miller popularizó el hashtag #LaCulpaDeTodoLaTieneAmarnaMiller, satirizando el cuestionable gusto con el que la habían responsabilizado a ella, y a su mensaje, de una violación múltiple. Dejemos ahora que salte el tocadiscos con un climático 'scratcheo' y hagamos flashback a unos días atrás.
Cuando me enteré de que el Concello de Ames, población gallega de 30.000 habitantes que vio explotar mi adolescencia, iba a acoger una charla de Amarna Miller sobre porno ético y feminismo en el marco de unas jornadas de Igualdad y Prevención de la Violencia de Género, entrecerré los ojos con ademán inquisitivo. No por el contenido de la conferencia, sino porque mis recuerdos de infancia en Ames, aquellos años de supervivencia en el Instituto de Bertamiráns, a donde llegué con once años peinado como un tímido Calimero y procedente de Ferrol, se correspondían en mi memoria con la actitud de Dustin Hoffman en 'Perros de paja'. Yo era el niño sensible de ciudad en medio de una jungla de depredadores asilvestrados, que me recibían golpeando territorialmente su pechera como gorilas de lomo plateado.
El anuncio de la charla provocó la reacción airada de un partido de la corporación municipal nacido de una escisión del PP. En un comunicado emitido días antes del evento, Pacto x Ames decía que el cine porno representaba “el patriarcado capitalista más rancio” y que Miller, “desde su posición de privilegios y su trayectoria, no ha buscado más que dividir al movimiento feminista, siendo una persona con opiniones políticas pseudotransgresoras y con continuas apariciones públicas en las que expresa su manera de ver y sentir un feminismo muy alejado de la realidad diaria de la mayoría de las personas”. Más allá del asombro que produce escuchar hablar de “patriarcado capitalista” a un partido fundado por tránsfugas del PP (cuyo programa electoral de 2015 dedicaba dos párrafos a la Igualdad), la reacción aguijoneó mi curiosidad. ¿Qué es Ames hoy? ¿Un núcleo poblacional dormitorio de Santiago, una mezcolanza rururbana de tradición y modernidad?
Voy a los bares, voy a los paisanos del café con gotas, a las señoras que manosean medias y mandilones en el mercadillo de los sábados. Les pregunto qué opinan de que el Ayuntamiento trate estos temas. La mayoría responde con indiferencia y un miedo cerval a mi grabadora. Otros se indignan, pero no tanto por el contenido de la conferencia (tratada varias veces de “porcallada”) como por ver desatendidos sus asuntos vecinales. “Hay dinero para eso y no para [rellene aquí su desaguisado favorito]” El escrutinio me cuesta varios slides de fotos sobre baches y socavones en los móviles de algunos parroquianos, que quieren ver el dinero de sus impuestos ahí y no en otro sitio. La sensación es que si en vez de preguntarles por Amarna Miller les hubiese preguntado por las licencias de taxi me habrían hablado igual de sus socavones. Solo una señora me dice, feliz, “cada un que faga o que lle pete”.
El jueves voy a las jornadas, que se producen en la casa de la cultura de Milladoiro. La concejala responsable del área que las convoca, Luisa Feijóo, atribuye la polémica a la desinformación. “Si sigues la trayectoria de Amarna ves que, vale, es actriz porno, no lo vamos a negar, pero su discurso se basa en cuestionar algunos de los valores de este cine. Nos interesa escuchar una voz desde dentro que cuestione sus estereotipos”. Mayte Arufe, directora del Centro de Información a la Mujer de Ames, atribuye la controversia a “un tema político”.
En el descanso de media mañana, pillo a Amarna por un pasillo y le hago unas preguntas. Me atiende amable, empujando un entusiasmo que se sobrepone al catarro que desliza su voz, con la locuacidad cafeínica de quien parece dibujar en el aire, gestual, cada una de las palabras que pronuncia (aunque más tarde, de refilón, creo verla beber un té).
¿Cuánto tiempo llevas dando estas charlas? ¿Suelen ser en pueblos como éste?
Llevaré tres o cuatro años, no lo tengo muy claro. Voy más a ciudades grandes, pero también las he dado en espacios pequeñitos.
¿Notas la diferencia?
Sí, y me gusta, porque hay otros paradigmas que se rompen. Cuando los ambientes son más recogidos, con menos personas, siento que en el turno de preguntas, que es la parte más interesante, todo se hace más desinhibido. Se crea un diálogo muy enriquecedor.
En los sitios más locales, ¿notas que se cuestionen más prejuicios?
Sí, pero por los dos lados. Cuando las personas adquieren por primera vez un punto de vista sobre el cual no habían reflexionado, es más probable que cale. La gente en Madrid me ha escuchado hablar trescientas mil veces. En sitios como aquí me conocen menos, lo que sirve como un percutor para que el discurso cale más hondo.
(Es curiosa, su sintaxis. Elige siempre estructuras alambicadas, formalismos más propios de la página que de la lengua, como el pronombre relativo “cual” en vez de “que”.) Respecto a la polémica que la acompaña allá por dónde va, le pregunto si le suelen llover más palos de la España facha o del feminismo abolicionista y contrario a la pornografía.
"Me dan por los dos lados, la verdad —sonríe, resignada—. Ahora mismo encarno una rama, la corriente pro-sex, que sigue siendo muy menospreciada por otros sectores del feminismo. Siento que a veces la premisa de la tolerancia y la sororidad no se corresponde con la realidad que a mí me toca vivir. Creo que estoy intentando abrirme camino por un terreno complicado, pero para mí es importante que la gente entienda que los trabajadores y las trabajadoras sexuales somos empleados y necesitamos derechos".
Queda poco para que se reanuden las jornadas. La despido viéndola brincar hacia los últimos canapés del pasillo (creo que ha fijado su atención en una palmera). Su conferencia sigue la misma línea de nuestra conversación: una crítica didáctica de la precariedad en el porno que trata, al mismo tiempo, de normalizar el espíritu de un trabajo estigmatizado por prejuicios que vienen de todos los flancos, tanto izquierda como derecha. Su intervención es una apología entusiasta del porno ético que se remite a Tristan Taormino como referente intelectual y que reivindica la necesidad de una educación sexual inclusiva que no delegue en la pornografía la responsabilidad de enseñar el sexo a los adolescentes. “Estamos hablando de ficción. Es como si alguien se pone ‘The Fast and The Furious’ para aprender a conducir”, dice.
No sé si Miller es la charlatana que predican algunos o la clarividente que defienden otros, pero me simpatiza. Creo que ella surte la misma fascinación de un futbolista que lee. Las estrellas del porno, por lo general, nos han acostumbrado a un perfil embrutecido, a lo Nacho Vidal o Cicciolina, mientras que Miller vendría a ser la Jorge Valdano de esta regla de tres. Me cae bien, no sé. Es inteligente y una representante genuina de su generación. Sus detractores, la mayoría de ellos morlocks online, la tachan de pesada, de cansina, cuando ellos lo son mil veces más con su troleo pringoso.
El turno de preguntas lo abre Marta Capeáns, presidenta del Colegio de Trabajadores Sociales de Galicia, para felicitarla por “haber decepcionado a muchos que no se esperaban un discurso tan técnico” y por haber convocado a tanta prensa para un evento como éste. "Hay por lo menos cuatro fotógrafos. O cinco. ¿Tú sabes lo que es eso? Es muchísimo. He sacado una foto del momento en que empezabas a hablar y te he etiquetado en Twitter".
Chequeo la cuenta de esta presidenta Capeáns y veo que no mentía. Escribe (traduzco del gallego): “Señores periodistos y los que no lo son pero están. Qué gusto da veros en un acto del 25N sobre Mujer y Violencia de Género. (…) #PuedenMásDosTetas #Heteropatriarcado”
Luego un señor toma la palabra para cuestionar si tanta noticia sobre acoso sexual en Hollywood (mientras dice esto, no recuerdo ninguna referencia de Miller al tema durante su exposición) no puede devenir en cazas de brujas. Esta invocación algo extemporánea de Woody Allen es recibida con resoplidos y murmuros notallmenescos por la platea. Al final, una chica de 16 años agradece en su turno el trabajo como activista de la actriz, que encuentra inspirador para las chicas de su edad (aquí alude al ambiente opresivo de su instituto, lo que me permite exclamar un interior “ajá” de satisfacción).
Me voy de allí un poco cabizbajo, con las manos embolsilladas y ciertas ganas de encontrar alguna piedra en el camino que se deje despejar con una patadita infantil. No me quito de la cabeza el tono sardónico de Marta Capeáns, admirada ante la masificación de periodistas que revoloteaban (revoloteábamos) sobre Miller, casi como moscardones patriarcales en busca del click viral. ¿Habría ido a cubrir el evento de no ser por Amarna? “Asistí a unas jornadas sobre violencia de género en mi pueblo y esto fue lo que pasó”. ¿Habrías clicado tú? Fui allí buscando ajustar cuentas con mi pasado y acabé haciéndolo con mi presente; queriendo diseccionar los prejuicios que manchaban mi infancia para terminar cuestionándome los que cercan mi profesión. Porque Amarna Miller —caiga bien, caiga mal— no tiene la culpa, pero la tecla nunca es inocente.
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