Imagen: Lyceum Club Femenino / Marisa Mediavilla |
Las bibliotecas de mujeres han trabajado para enriquecer y apoyar las luchas femeninas contra la desigualdad y la misoginia.
Gabriela Castro | Cromos, El Espectador, 2017-04-10
http://cromos.elespectador.com/vida-social/bibliotecas-de-mujeres-santuarios-contra-machos-24952
Las bibliotecas son espacios de reflexión, de conocimiento, de encuentro. Para los lectores, son santuarios. Lugares para conectarse con las ideas de otros, para encontrar razones y motivación, para buscar respuestas, inspiración, fe. Por eso el surgimiento de las bibliotecas de mujeres fue clave y necesario. Ellas necesitaban conocimiento y argumentos para defenderse contra una sociedad en la que lo masculino era ley. “Si lo hombres no hubieran manifestado, como aún lo hacen, que somos el sexo débil, que somos inferiores, que nuestro único papel está en la casa con los hijos y el hogar, no pelearíamos por nuestros derechos”, le explicó al diario El País Marisa Mediavilla, feminista, bibliotecaria y documentalista española que hace 32 años creó la Biblioteca de Mujeres de Madrid, que no solo guarda libros para empoderar, sino textos misóginos que denigran lo femenino y que son necesarios para conocer el origen de la discriminación y el señalamiento.
Junto con la de Madrid, otras cuatro bibliotecas de mujeres se destacan en el mundo. Están en Italia, Francia, Reino Unido y Holanda, y todas fueron creadas por mujeres con el objetivo de impulsar el movimiento feminista y ser una fuente de conocimiento para aquellas que querían levantar la voz frente al machismo y no contaban con las herramientas para hacerlo.
Desde la raíz
La idea de Marisa Mediavilla empezó a gestarse en las filas del Movimiento Feminista de Madrid en 1985. “Conocí, con casi 30 años, a las pioneras del feminismo de la primera mitad del siglo XX. Nosotras empezábamos a cuestionarnos determinados comportamientos sociales”, contó Mediavilla al periódico Diagonal. En ese entonces, no era fácil encontrar información que respondiera a todas sus preguntas. Sabían que algo estaba mal, pero no tenían de dónde agarrarse para enfrentarse al sistema. Como bibliotecaria, entonces, Mediavilla tuvo la idea de crear un espacio para guardar lo que otras bibliotecas desechaban y armar así la memoria histórica de las mujeres en España. Esos libros que muchos otros preferían ignorar, para ellas eran joyas que les permitían entender que no estaban solas y que tenían algo por qué trabajar. A esos tesoros rechazados se sumaron los documentos que generaba el movimiento feminista. Se construyó una colección sólida y rica.
Al poco tiempo se unió Lola Robles Moreno, también española, feminista, filóloga y escritora. En algún momento la biblioteca quedó repleta. Mediavilla también compró libros por su cuenta. Había textos de escritoras españolas como María Laffitte, Emilia Pardo Bazán, Carmen Bravo-Villasante, Lidia Falcón, entre otras obras del siglo XVIII, XIX y XX, muchas de las cuales son imposibles de conseguir hoy.
Con las uñas
“La mujer no ha podido ser nunca ella misma, su ser ha sido deformado por milenios de predominio varonil; pero hoy, en proceso de adaptación a su nueva vida, representa para el porvenir una fuerza desconocida que empieza a entrar en juego por primera vez en la vida". Estas palabras en la solapa de La secreta guerra de los sexos, de María Laffitte, hablaban del movimiento que surgía desde 1948. Eran voces poderosas que influían en muchas jóvenes que empezaban a despertar. Por eso el trabajo de Mediavilla y Robles fue tan valioso, reunieron textos que permitían que el mundo abriera los ojos y pensara que las cosas podían ser diferentes.
La biblioteca era una asociación no lucrativa, así que ellas recibían donaciones para comprar libros y realizar talleres y conferencias a través de las cuales difundían el pensamiento feminista. Querían trascender su función pedagógica y contribuir de manera pragmática a la visibilización y la eliminación del machismo en la sociedad. En la actualidad tienen más de 30.000 ejemplares entre los que se encuentran estudios y ensayos feministas, femeninos y misóginos, biografías, ponencias, revistas, carteles, folletos, sellos y cómics, entre otros. “Aquí se conserva nuestra memoria: la historia de las mujeres”, le contó Robles a El País.
En 2006, la biblioteca fue donada al Instituto de la Mujer y desde enero de 2012 la mayoría de textos se encuentra en el Museo del Traje (los demás están guardados en depósitos a los que pueden acceder los interesados). Mediavilla y Robles fueron desalojadas y tuvieron que recurrir a esta opción para que el trabajo de tantos años no fuera en vano y para seguir apoyando las luchas femeninas, que aún tienen un largo camino por recorrer. A pesar de haber perdido su espacio, todavía guardan la esperanza de conseguir un lugar propio. Siguen reuniendo libros y prefieren que estén allí, en sus manos y preservados como tesoros, que olvidados en rincones oscuros en bibliotecas a las que ideológicamente no pertenecen.
Junto con la de Madrid, otras cuatro bibliotecas de mujeres se destacan en el mundo. Están en Italia, Francia, Reino Unido y Holanda, y todas fueron creadas por mujeres con el objetivo de impulsar el movimiento feminista y ser una fuente de conocimiento para aquellas que querían levantar la voz frente al machismo y no contaban con las herramientas para hacerlo.
Desde la raíz
La idea de Marisa Mediavilla empezó a gestarse en las filas del Movimiento Feminista de Madrid en 1985. “Conocí, con casi 30 años, a las pioneras del feminismo de la primera mitad del siglo XX. Nosotras empezábamos a cuestionarnos determinados comportamientos sociales”, contó Mediavilla al periódico Diagonal. En ese entonces, no era fácil encontrar información que respondiera a todas sus preguntas. Sabían que algo estaba mal, pero no tenían de dónde agarrarse para enfrentarse al sistema. Como bibliotecaria, entonces, Mediavilla tuvo la idea de crear un espacio para guardar lo que otras bibliotecas desechaban y armar así la memoria histórica de las mujeres en España. Esos libros que muchos otros preferían ignorar, para ellas eran joyas que les permitían entender que no estaban solas y que tenían algo por qué trabajar. A esos tesoros rechazados se sumaron los documentos que generaba el movimiento feminista. Se construyó una colección sólida y rica.
Al poco tiempo se unió Lola Robles Moreno, también española, feminista, filóloga y escritora. En algún momento la biblioteca quedó repleta. Mediavilla también compró libros por su cuenta. Había textos de escritoras españolas como María Laffitte, Emilia Pardo Bazán, Carmen Bravo-Villasante, Lidia Falcón, entre otras obras del siglo XVIII, XIX y XX, muchas de las cuales son imposibles de conseguir hoy.
Con las uñas
“La mujer no ha podido ser nunca ella misma, su ser ha sido deformado por milenios de predominio varonil; pero hoy, en proceso de adaptación a su nueva vida, representa para el porvenir una fuerza desconocida que empieza a entrar en juego por primera vez en la vida". Estas palabras en la solapa de La secreta guerra de los sexos, de María Laffitte, hablaban del movimiento que surgía desde 1948. Eran voces poderosas que influían en muchas jóvenes que empezaban a despertar. Por eso el trabajo de Mediavilla y Robles fue tan valioso, reunieron textos que permitían que el mundo abriera los ojos y pensara que las cosas podían ser diferentes.
La biblioteca era una asociación no lucrativa, así que ellas recibían donaciones para comprar libros y realizar talleres y conferencias a través de las cuales difundían el pensamiento feminista. Querían trascender su función pedagógica y contribuir de manera pragmática a la visibilización y la eliminación del machismo en la sociedad. En la actualidad tienen más de 30.000 ejemplares entre los que se encuentran estudios y ensayos feministas, femeninos y misóginos, biografías, ponencias, revistas, carteles, folletos, sellos y cómics, entre otros. “Aquí se conserva nuestra memoria: la historia de las mujeres”, le contó Robles a El País.
En 2006, la biblioteca fue donada al Instituto de la Mujer y desde enero de 2012 la mayoría de textos se encuentra en el Museo del Traje (los demás están guardados en depósitos a los que pueden acceder los interesados). Mediavilla y Robles fueron desalojadas y tuvieron que recurrir a esta opción para que el trabajo de tantos años no fuera en vano y para seguir apoyando las luchas femeninas, que aún tienen un largo camino por recorrer. A pesar de haber perdido su espacio, todavía guardan la esperanza de conseguir un lugar propio. Siguen reuniendo libros y prefieren que estén allí, en sus manos y preservados como tesoros, que olvidados en rincones oscuros en bibliotecas a las que ideológicamente no pertenecen.
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